A los pobladores de esa cosa llamada España (aunque no se descartan otros sitios del hemisferio norteño) el pasado fin de semana nos regalaron una hora. Bueno, más que regalar, nos devolvieron la que nos habían quitado en el primer semestre.
Pero miento: a mí no. Por aquel entonces yo estaba en América del Sur y no me quitaron ninguna hora; al contrario: me dieron otra. Entonces, ¿le llevo dos horas de ventaja al resto de la humanidad? ¿Nadie me las va a reclamar? ¿He viajado en el tiempo? Eso parece.
Sucedió a finales de febrero. (ATENCIÓN: BATALLITA.)
Camila y yo acabábamos de madrugar en exceso para tomar un avión de São Paulo a Buenos Aires. He escrito "en exceso" por una sencilla razón: no nos habíamos enterado del cambio horario (en mi caso es comprensible, pues era un guiri y los guiris no se enteran de nada). Afortunadamente, nos daban una hora; si nos la hubieran quitado, lo más probable es que hubiésemos perdido el avión.
(De hecho, creo que en otro país nos volvieron a propinar una hora de propina, pero no estoy seguro.)
Conclusión: Los viajes en el tiempo son una pérdida de tiempo.