El jueves por la noche, una "incidencia" en la red ferroviaria me hizo apearme del tren a sólo una estación de mi destino y esperar un autocar junto a cien, doscientas o trescientas personas (no las conté, por temor a quedarme dormido, pues estaban siendo tratadas como rebaño por parte de los mossos d'atura). Tras diez o quince minutos de tensa espera, un amable señor nos comunicó que podíamos volver a la estación. Y eso hicimos, claro, y procedimos a llenar el tren que nos iba a devolver a casa (no a todos: algunos rezagados tuvieron que esperar al siguiente).
Mientras aguardábamos a que el tren se pusiera en marcha, una pasajera estuvo amenizando la espera con una continua letanía: que si no es justo, que si es una vergüenza, que si para eso querían el traspaso de Rodalies a la Generalitat, que si siempre igual, que si… Cuando apareció un reportero de la Televisió de Catalunya y preguntó si alguien quería decir algo, a la mujer le faltó tiempo para contestar:
–Yo no, que trabajo en la Administración.
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25.12.10
Autocensura
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