Es imposible ver Tremé sin pensar en The wire. Claro que si no has visto The wire, es posible que veas Tremé sin pensar en The wire. Pero, si no has visto The wire, ¿qué haces viendo Tremé? ¿Qué haces leyendo este blog?
Tremé (yo lo escribo con tilde, aunque en la serie va sin, así que no sé) es el último artefacto televisivo de David Simon, cocreador de The wire. Ambas series tienen muchas cosas en común. Para empezar, son muy realistas, pero con ese realismo que a veces, más que realista, es real. Porque The wire es muy real. Aunque los hechos que narra sean ficticios, hunden sus raíces en la realidad misma.
David Simon había sido periodista. Ed Burns, el otro cocreador, había sido policía. Y profesor. ¿O el profesor era Simon? No, creo que era Burns. Esta duda se podría despejar si me documentara como es debido. Pero, si me documentara como es debido, estaría trabajando en el Baltimore Sun, o en la HBO. Digo que David Simon había sido periodista, y Ed Burns (no confundir con el director de Ella es única) había sido policía y profesor, porque la serie iba de policías y periodistas y profesores y políticos y muchas profesiones que empiezan por P, y se notaba que sabían de qué hablaban, porque lo habían vivido, y lo que no, pues se lo inventaban, pero después de haberse documentado como buenos periodistas (a los malos les basta con mirar los trending topics del Twitter) y como buenos guionistas (aquí debo mencionar a George Pelecanos, Richard Price, Dennis Lehane y toda la peña). Y… me he perdido. Ah sí, que The wire es una serie basada no tanto en hechos reales como en la realidad pura y dura y cruda. De hecho, algunos de sus personajes están interpretados por personajes reales (gentes del hampa local, ya rehabilitados, creo). El resto del reparto son actores enormes pero desconocidos para el gran público. Y ése es el problema: son tan buenos que les llueven ofertas de trabajo. Aunque para ellos no supone ningún problema, claro.
A Michael K. Williams (Omar Little) lo hemos vuelto a ver en La carretera. Y claro, ves La carretera y no dices "¡Mira, Michael K. Williams!", sino "¡Mira, Omar!" o quizás "¡Mira, Omar haciendo de Bubbles!" (otro personaje de The wire). Ahora también lo podemos ver en Boardwalk Empire, la última gran serie de mafiosos de la HBO. En el tráiler de la misma, aparece con dos escopetas recortadas y, claro, es imposible no decir "¡Joder, pero si es Omar!", porque si algo caracteriza al bueno de Omar es ir por ahí con dos armas de fuego, una por brazo. Y claro, entiendo que es un guiño, y los guiños se agradecen, pero te sacan de la historia. Además, encasillan al actor. Pero olvidad esto último: al final del párrafo anterior he dicho que para los actores no supone ningún problema, y tampoco es plan de ir contradiciéndome.
Entonces llega Tremé. Como he apuntado en el segundo párrafo, Tremé tiene muchas cosas en común con The wire. Una de ellas es su tratamiento sumamente realista. Pero comparten más cosas. Por ejemplo, los actores. A ver, no estoy diciendo que los actores sean cosas (aunque haya gente empeñada en llamar a los trabajadores "recursos humanos", pero ésta es otra guerra). Tampoco estoy diciendo que ambas series compartan a los actores, como si fueran padres divorciados, una semana contigo, la otra conmigo, porque The wire ya se acabó y, por lo tanto, no tiene que compartir nada con nadie. Pero me habéis entendido, ¿no? En realidad, no tienen tantos actores en común. De entrada, están Clarke Peters y Wendell Pierce, viejos conocidos (conocidos como Freamon y Bunk, respectivamente). No digo que antes de The wire hubieran sido unos perfectos desconocidos, pero desde luego no eran Morgan Freeman y el padre de Cosas de casa. El caso es que, mientras veías The wire, eras incapaz de imaginártelos en otro papel. No eran actores. Eran policías de Baltimore. En cambio, los ves en Tremé y su trabajo interpretativo sigue siendo tan bueno o mejor pero, claro, ahora sí puedes imaginártelos en otro papel. Porque, no importa que uno de ellos toque el trombón y el otro haya cambiado los muebles en miniatura por las reformas a gran escala, en lo más profundo de su ADN siguen siendo policías de Baltimore.
Pero no estoy siendo justo. Sólo llevo cuatro episodios de Tremé. En cambio, de The wire he visto los sesenta (y algunos los he visto dos veces, pero ésta es otra historia). Estoy seguro de que cuando lleve más capítulos pensaré menos en Baltimore. Del mismo modo que fui capaz de ver la tercera, la cuarta y la quinta temporada de A dos metros bajo tierra después de haber visto la primera de Dexter sin temer que el enterrador interpretado por Michael C. Hall fuera en realidad un psicópata. Por eso digo que no estoy siendo justo. Sin embargo, David Simon no nos lo pone nada fácil.
Por ejemplo, el cuarto capítulo de Tremé incluye dos cameos ilustres: el músico Steve Earle (intérprete del tema de The wire en la quinta temporada y actor en algunos episodios) y Jim True-Frost, el agente Pryzbylewski de la otra serie. Además, el capítulo también incluye un chiste a partir del cual se había generado una de las tramas de la tercera temporada:
Hamsterdam. Esto es un guiño como la copa de una secuoya. Y si Tremé nos cuenta lo que pasa en Nueva Orleans después del Katrina, Tremé es lo que pasa en la HBO después de The wire (y de Generation Kill, pero ésta aún no la he visto).
¿Sabéis qué? Tremé mola. Cada vez mola más (suele pasarme con algunas series de la HBO, como Roma o Boardwalk Empire, que tardan en engancharme pero luego no me sueltan). Y, además, sale John Goodman.
Tremendo.
14.2.11
De Baltimore a Nueva Orleans (19 horas y 40 minutos, según Google Maps)
5.12.10
Hola a las armas
No entiendo a los logotipadores de series. Pudiendo diseñar una tipografía a mano alzada, ¿qué necesidad tienen de alzarse en armas?
Definitivamente, se acerca el invierno (y mi caldera sigue haciendo de las suyas).
25.5.10
Vampiros de Luisiana que beben sangre embotellada
No es una página de Facebook. Tampoco es el tagline de True blood, ni de los libros de Charlaine Harris en los que se basa la serie de HBO. El título de este post hace alusión a algunos de los personajes de Sueño del Fevre, novela de George R.R. Martin que vio la luz allá por 1982.
La acción se sitúa a mediados del siglo XIX, cuando los vampiros aún no habían salido del armario (me refiero al armario de los vampiros, no al de Narnia). Y aunque algunos de ellos ya bebían sangre embotellada, no se trataba de Tru Blood, sino de sangre de verdad. Bueno, en realidad era sangre de oveja adulterada, pero no deja de ser algo más biológico que ese mejunje sintético de los japoneses.
¿Y qué más puedo decir del libro que no se haya dicho ya?
Por ejemplo, esto: Sueño del Fevre es un libro más absorbente que la compresa de un anuncio con sangre falsa, pero real (azul).
O esto: Martin construye una novela de terror y de aventuras a bordo del mejor vapor del Misisipi; una historia donde Mark Twain y Bram Stoker se dan la mano y se corren una buena farra.
O esto: Es un libro que, cuando lo acabas, te entran ganas de dejarlo todo, marcharte al alto Misisipi (a salvo de la marea negra) y construir un fabuloso barco fluvial (como hizo el propio Twain en el volumen más prescindible de la, por lo demás, muy recomendable serie del Mundo del Río, de Philip José Farmer).
Leo en el Not A Blog de George R.R. Martin que en algún lugar del mundo ha empezado a salir una adaptación en cómic con dibujante malagueño. El siguiente paso lógico sería que HBO (it's not TV) hiciera su propia adaptación en formato serie. Incluso la podría vender como una precuela de True blood. Pero casi mejor que esperen al final de Canción de hielo y fuego, serie que es una adaptación de otra (magnífica) serie de novelas de Martin. La serie (la de TV) aún no ha empezado; la serie (la de los libros) nadie sabe cuándo acabará, si es que acaba.
Hablando de acabar, un consejo: esta noche no crucéis el Misisipi.
Y hablando de consejos para esta noche: si vuestra TDT sintoniza IB3, no os podéis perder Això no és Islàndia, el primer programa imperdible de la era post-Lost.