Imaginemos a Carmen Machi comprando El País. Hoy sale la crítica de Falstaff, y está ansiosa por devorarla:
La descomunal Carmen Machi borda una despedida tan perfumada y seca como un chinchón (no se puede decir más con menos, y no se puede decir mejor), y tras ese lirismo acre llega un epílogo con aroma de cerveza fresca, nocturna y compartida entre un Falstaff que nunca morirá y el joven Rumor, convertido para la eternidad en su nuevo compañero de correrías.MARCOS ORDÓÑEZ
Babelia, 2 de abril de 2011
Pero aún no ha tenido tiempo de abrir el periódico cuando la intercepta una admiradora. La gran dama del teatro se prepara para recibir un entusiasta elogio a su gloriosa interpretación shakespeariana. Su ego empieza a hincharse ante el inminente ditirambo (aunque lo disimula a la perfección, gracias a la aplicación semiautomática de ciertos trucos aprendidos y perfeccionados durante largos años de carrera). Por no hablar de sus glándulas salivales, que también hacen de las suyas. Y entonces:
–¡Ya te he visto en el anuncio ese del Activia!
¿Os habéis fijado? No se trata solamente de un ejercicio ejemplar de metapublicidad. También es la prueba concluyente y definitiva de que existen los universos paralelos.
2 comentarios:
La pobre Carmen está encasilladísima, caray. Recuerdo verla en Platonov haciendo de nuevo de asistenta del hogar. Era sumamente desconcertante.
Es normal. Su prestigio le impide presentarse a audiciones, y los directores sólo asignan papeles en función de lo que han visto.
Bueno, es una suposición (probablemente errónea).
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