Al despertar, no recordaba nada. Sólo que había comido doce uvas, y después… Lo más extraño es que no tenía resaca. Lo que sí tenía eran 365 narices. Bueno, eso también era extraño. Las contó varias veces, frente al espejo. En efecto: 365. Ni una menos. Se volvió a acostar.
El 2 de enero volvió a contarlas. 364. Bien, vamos mejorando. Esta vez no consiguió dormirse. Tenía hambre. Comió tres pizzas de Casa Tarradellas.
El 3 de enero ya sólo tenía 363 narices y un creciente complejo de Mister Potato. No quedaba ninguna pizza. Llamó a Teleídem.
El 4 de enero el cómputo de narices ascendía (o descendía) a 362. De éstas, sólo 16 no estaban congestionadas. A este paso, iba a acabar con todas las provisiones de Vicks Vaporub y, luego, con todos los bosques de eucaliptos. Que se joda Mofli (el último koala). De todas maneras, primero tendría que salir de casa. Aunque eso sería después de dormir ocho, diez, doce horas.
El 5 de enero se dio cuenta (una vez más) de que no podía salir. La sociedad no estaba preparada.
El 31 de diciembre ya no le quedarán más narices que salir a la calle.
30.12.07
29.12.07
El medio es el masaje

Lo malo de los edificios inteligentes es que se lo acaban creyendo. Y entonces empiezan a sentirse estresados, y a pedirte que los mimes, etcétera.
¿No creéis que ya va siendo hora de crear unas Leyes de la Domótica? Por ejemplo:
1. Un domicilio no debe dañar a un habitante (inquilino o propietario) o, por su inacción, dejar que un habitante sufra daño.
2. Un domicilio debe obedecer las órdenes que le son dadas por un inquilino, excepto si estas órdenes entran en conflicto con el contrato de alquiler.
3. Un domicilio debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con las condiciones del terreno.
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28.12.07
Como dijo Herodes
Hasta hace pocos años, y aprovechando la bula general del Día de los Inocentes, los periódicos colaban noticias falsas. Ahora hacen lo contrario: publican noticias verdaderas que podrían colar como falsas.

(Visto en ElPaís.com, y otros medios.)

(Visto en ElPaís.com, y otros medios.)
Los inocentes
En el amanecer del 28 de diciembre, la Rambla de Catalunya está casi vacía. Sólo hay una mujer joven, esperando innecesariamente a que el semáforo de peatones le dé vía libre. Se enciende el hombrecito verde. La joven cae de bruces. Pegado a su espalda hay un monigote de papel blanco.
Algo más tarde. Un detective introduce un monigote de papel blanco en una bolsita plana de plástico transparente. Frente a él hay una puerta con la silueta esquemática de una figura con pantalones. A sus pies yace el dueño del bar. No hay señales visibles de violencia.
A lo largo de la mañana, en distintos puntos de Barcelona se suceden varias muertes similares. Hombres y mujeres de diferente edad, raza y condición. Lo único que tienen en común es la forma súbita de morir. La ausencia de testigos. Y el monigote de papel blanco pegado a la espalda.
En el laboratorio forense, al mediodía. Sobre una mesa hay treinta y ocho bolsitas planas de plástico transparente. Cada una de ellas contiene un monigote de papel blanco. Alguien se pregunta cómo puede existir gente así. Cómo pueden hacerle eso, con lo que le había costado conseguir la semana entera de vacaciones.
Hay muchas personas que se han quedado sin vacaciones. Algunas, para siempre. No hay pistas. Tiene que tratarse de una banda organizada. Muy organizada. Posiblemente una secta. El Día de los Inocentes. La matanza de los inocentes. Herodes. Todo eso. No han muerto bebés. Tal vez sea una reacción contra la conmemoración bufa de un episodio monstruoso. Es sólo una conjetura. No hay pistas.
En el laboratorio forense, a las cinco y media de la tarde. Sobre la mesa hay sesenta y cinco bolsitas planas de plástico transparente. Están vacías.
El sol se pone más allá del Llobregat. Las luces de Barcelona se encienden como mecheros en un concierto multitudinario. En lo alto del Tibidabo, hay una hilera formada por un millón de monigotes de papel blanco. Aunque sopla un viento fuerte, se mantienen firmes como soldados de un ejército altamente disciplinado.
* * *
Algo más tarde. Un detective introduce un monigote de papel blanco en una bolsita plana de plástico transparente. Frente a él hay una puerta con la silueta esquemática de una figura con pantalones. A sus pies yace el dueño del bar. No hay señales visibles de violencia.
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A lo largo de la mañana, en distintos puntos de Barcelona se suceden varias muertes similares. Hombres y mujeres de diferente edad, raza y condición. Lo único que tienen en común es la forma súbita de morir. La ausencia de testigos. Y el monigote de papel blanco pegado a la espalda.
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En el laboratorio forense, al mediodía. Sobre una mesa hay treinta y ocho bolsitas planas de plástico transparente. Cada una de ellas contiene un monigote de papel blanco. Alguien se pregunta cómo puede existir gente así. Cómo pueden hacerle eso, con lo que le había costado conseguir la semana entera de vacaciones.
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Hay muchas personas que se han quedado sin vacaciones. Algunas, para siempre. No hay pistas. Tiene que tratarse de una banda organizada. Muy organizada. Posiblemente una secta. El Día de los Inocentes. La matanza de los inocentes. Herodes. Todo eso. No han muerto bebés. Tal vez sea una reacción contra la conmemoración bufa de un episodio monstruoso. Es sólo una conjetura. No hay pistas.
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En el laboratorio forense, a las cinco y media de la tarde. Sobre la mesa hay sesenta y cinco bolsitas planas de plástico transparente. Están vacías.
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El sol se pone más allá del Llobregat. Las luces de Barcelona se encienden como mecheros en un concierto multitudinario. En lo alto del Tibidabo, hay una hilera formada por un millón de monigotes de papel blanco. Aunque sopla un viento fuerte, se mantienen firmes como soldados de un ejército altamente disciplinado.
22.12.07
Listo quien lo lea
Según un reciente informe, los chavales españoles tienen dificultades para entender lo que leen.
A mí me pasa lo contrario: yo tng difqltds xa ntndr lo k skribn.
A mí me pasa lo contrario: yo tng difqltds xa ntndr lo k skribn.
19.12.07
La cumbre de Laponia
Sucedió hace muchos años, poco antes de Navidad, a eso de las cinco. En casa de Papá Noel se habían reunido varios benefactores navideños: los Reyes Magos, el Amigo Invisible, el Tió*, los Niños de San Ildefonso, el propio San Ildefonso (que también era un niño, pues sucedió hace muchos años) y, por supuesto, Papá Noel, que ejercía de anfitrión.
Reinaba un clima de cordialidad navideña, o casi: tras calentarse al calor de la chimenea, el Tió había empezado a cagarse en cierto reyezuelo de Judea al que tenía atravesado.
El rey Gaspar lo llamó al orden:
—Estamos en una mesa donde hay personajes que representan a los ciudadanos en una comunidad mundial que tiene como principios esenciales la paz, el amor y el consumismo. Se puede estar en las antípodas de una posición ideológica, no seré yo el que esté cerca del ex rey Herodes, pero el ex rey Herodes fue elegido por el senado romano, y exijo, exijo…
—Dígale a él que respete —lo interrumpió el Tió.
—Exijo que tú…, un momentín… —dijo Gaspar, mientras encendía una barrita de incienso.
—Dígale lo mismo a él —insistió el Tió.
—Exijo ese respeto, por una razón, además…
—Dígale lo mismo a él, majestad.
—Por supuesto.
—Dígale lo mismo a él…
En aquel instante saltó el rey Melchor y, dirigiéndose al Tió, le espetó:
—Pero… ¿por qué no te callas, tronco?
Papá Noel creyó llegado el momento de poner un poco de orden:
—Por favor, no hagamos diálogo, han tenido tiempo para plantear su posición. —Y añadió, dirigiéndose a Gaspar—: Majestad, termine.
Pero el Tió no estaba dispuesto a callar:
—Podrá ser romano el ex rey Herodes, pero es un fascista.
* El Tió es un tronco que caga regalos, tras ser apalizado por una banda de jóvenes delincuentes.
Todos los hechos y algunos de los personajes contenidos en esta historia son básicamente ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura semejanza. Con esto y un bizcocho, feliz Navidad y próspero 2008.
Reinaba un clima de cordialidad navideña, o casi: tras calentarse al calor de la chimenea, el Tió había empezado a cagarse en cierto reyezuelo de Judea al que tenía atravesado.
El rey Gaspar lo llamó al orden:
—Estamos en una mesa donde hay personajes que representan a los ciudadanos en una comunidad mundial que tiene como principios esenciales la paz, el amor y el consumismo. Se puede estar en las antípodas de una posición ideológica, no seré yo el que esté cerca del ex rey Herodes, pero el ex rey Herodes fue elegido por el senado romano, y exijo, exijo…
—Dígale a él que respete —lo interrumpió el Tió.
—Exijo que tú…, un momentín… —dijo Gaspar, mientras encendía una barrita de incienso.
—Dígale lo mismo a él —insistió el Tió.
—Exijo ese respeto, por una razón, además…
—Dígale lo mismo a él, majestad.
—Por supuesto.
—Dígale lo mismo a él…
En aquel instante saltó el rey Melchor y, dirigiéndose al Tió, le espetó:
—Pero… ¿por qué no te callas, tronco?
Papá Noel creyó llegado el momento de poner un poco de orden:
—Por favor, no hagamos diálogo, han tenido tiempo para plantear su posición. —Y añadió, dirigiéndose a Gaspar—: Majestad, termine.
Pero el Tió no estaba dispuesto a callar:
—Podrá ser romano el ex rey Herodes, pero es un fascista.
* El Tió es un tronco que caga regalos, tras ser apalizado por una banda de jóvenes delincuentes.
Todos los hechos y algunos de los personajes contenidos en esta historia son básicamente ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura semejanza. Con esto y un bizcocho, feliz Navidad y próspero 2008.
13.12.07
Cómo se bebe el jamón

Cuando oí que los estadounidenses habían empezado a consumir jamón, me imaginaba otra cosa.
(Gracias a Mariano por el escaneado.)
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