proviene de un rito antiquísimo mencionado ya en los antiguos poemas homéricos. La ceremonia era, en principio, una promesa de fidelidad y amistad. Consistía en esparcir lana de oveja o de cordero sobre una extensión inmensa de agua. Este rito pasó a designar el olvido de todas las afrentas. Más adelante, y a falta de ovejas, los hombres se cortaban un trozo de barba y ejecutaban el mismo ceremonial con idéntico sentido.
Pues ahora en Filipinas han retomado la costumbre, pero para contener una marea negra.
2 comentarios:
Y si una es mujer y no tiene barba ni ovejas? qué complicada es la amistad...
Sí, es casi tan complicada como la publicidad. ;-)
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