31.3.10

Jesús y Cristo no son la misma persona


Hace un puñado de años compré un ejemplar de Luces del norte, de Philip Pullman, pero todavía no lo he empezado. Philip Pullman, en cambio, sí ha leído mi libro (ya sabéis: aquel que se basaba en la premisa de que Clark y Supermán no son la misma persona).

He llegado a esta osada conclusión después de leer el artículo de Manuel Rodríguez Rivero en El País de hoy:

El libro en cuestión es The good man Jesus and the scoundrel Christ (scoundrel: bribón, sinvergüenza), y su autor es Philip Pullman, considerado (por The Times) uno de los 50 más importantes escritores británicos desde la Segunda Guerra Mundial. En su nuevo libro, Pullman, cuya trilogía fantástica La materia oscura (Ediciones B) lo convirtió en uno de los autores más cotizados de la literatura juvenil de los noventa, lanza un nuevo torpedo contra el cristianismo a partir de una relectura ficcionalizada de los Evangelios. María engendró no a un hijo, sino a dos: Jesús, saludable, carismático y sincero, y su gemelo, Cristo, enfermizo, libresco y manipulador. Y es de Cristo -más consciente del poder de la religión- de quien surgirá la Iglesia y su burocracia.

Resumiendo: en el nuevo libro de Pullman, Jesús y Cristo no son la misma persona. En serio, ¿la premisa no os resulta sospechosamente familiar?

Con esto, no estoy acusando a nadie de plagio (Dios me libre); sólo estoy lanzando una indirecta. Como diría el gran Gila, alguien ha plagiado a alguien…

Ahora solamente espero que el amigo Zombi tenga ocasión de entrevistar a Pullman, como ya hiciera con el ínclito Manuel Loureiro (el de Apocalipsis Z) en uno de los enfrentamientos más gore de la blogosfera.

29.3.10

Ojo con el buen culero


Creo que la más reciente acepción del término culero fue acuñada por Javier Blánquez en su contribución a Odio Barcelona, libro colectivo editado por la sin par Ana S. Pareja. Dicho vocablo hace referencia a los individuos que se arriman al trasero de otra persona (generalmente sin previo aviso) para transponer gratuita y fraudulentamente las barreras de acceso a los andenes del metro o ferrocarril.

Los culeros están en el punto de mira de la actualidad gracias a una serie de reportajes de El País sobre los fraudes en el transporte público de Barcelona y alrededores. Yo me he topado con ellos varias veces, y no siempre de cara; incluso reconozco haber usado esta técnica en mi lejana juventud* (pero –diré en mi descargo– sólo para cruzar las barreras de salida, y porque en la estación de mi pueblo no funcionaba la máquina canceladora). De hecho, ya he llegado a desarrollar una especie de sentido arácnido que me permite detectar a la distancia cuándo alguien tiene intención de hacerse la rémora a costa de mi retaguardia y mi bonotrén. Ayer, sin embargo, no fui capaz de reaccionar a tiempo. Y no porque no lo hubiera detectado, sino porque el culero en cuestión iba provisto de un elemento sorpresivo a la par que disuasorio: el chaleco amarillo fosforito de los vigilantes de seguridad.

Ni siquiera me dio las gracias, el muy sinvergüenza.

* Hace 5 o 6 años.

26.3.10

Leche de oreja




Traduzco (las acotaciones son mías):

La Leche que se toma por [junto a la oreja] aquí…

…y se lleva [dentro de un corazón] aquí.

Salta a la vista que esta leche no entra por los ojos: si hay un premio Razzie al diseño de packs, seguro que lo gana. Pero no importa, porque la leche de las cooperativas catalanas entra por la oreja.

Sólo hay que ver los resultados del test de "audiencia": 9 de cada 10 orejas* la recomiendan.

* La décima es un eurodiputado sin la menor credibilidad. Y a palabras necias, oídos sordos.

20.3.10

Cómo ventilarse una traducción en dos nanosegundos




Es muy fácil: sólo tienes que escribir became a fan (o peor: become…) en un traductor automático.

(Anuncio hallado en Facebook.)

Citas paralelas (4)


Ahora yo tengo que confesar que jamás pude ni he podido posteriormente hacer o encontrar un solo palindroma que vaya más allá de los ya dados por la madre naturaleza: oro, ara, ama, eme, etcétera, excepto uno que me costó horas de esfuerzo pero tan escatológico, para vergüenza mía, que me apresuro a ponerlo aquí: ¡Acá, caca! Sospecho que Mejía Sánchez tampoco, pues finalmente, cuando empezamos, por incapacidad manifiesta, a buscar un nuevo género, o sea los falsos palindromas (ejemplo: Don Odón, que suena pero no es), salió con uno falsísimo pero que a todos en un momento dado nos pareció auténtico, pues en esos días se hablaba del premio Nobel para Alfonso Reyes:

Alfonso no ve el Nobel famoso,

que no se lee de atrás para adelante ni de broma

AUGUSTO MONTERROSO
Movimiento perpetuo


Amar la trama

JORGE DREXLER, "La trama y el desenlace"
Amar la trama

16.3.10

Mi gozo que se arroja a un pozo


Al parecer, Facebook ha empezado a ponerle pegas a la publicidad de mi libro.



Bueno, siempre nos quedarán la página de Clark K. y el grupo Clark y Supermán no son la misma persona (cruzo los dedos).

ACTUALIZACIÓN 16/3/2010, 1:28 PM:

No contaban con mi astucia: a falta de páginas, buenos son grupos.

14.3.10

El primer post colaborativo


Dicen que hay millones de parados en España, en Europa, en el mundo. Es mentira: no están parados, están trabajando gratis. Desde hace un tiempo, todos somos empleados de gasolineras, restaurantes, tiendas de muebles y demás autoservicios. (Hasta la Fnac dispone de cajas de autoventa donde nos podemos vender a nosotros mismos los libros y discos que nos compramos a nosotros mismos y que luego empaquetamos para regalarnos a nosotros mismos.)

Pero esto sólo fue el principio. Porque entonces llegó la Internet dos punto cero y, con ella, el invento de la década, del siglo, del milenio: el contenido generado por los propios usuarios. Mark Zuckerberg, Tom Anderson, Jimmy Wales y Biz Stone (hasta hace poco yo creía que Biz Stone era un robot, como Mailer Daemon) se están forrando gracias al trabajo de millones de personas que lo hacen gratis.

Y ahora viene lo mejor, la palabra mágica. El adjetivo del millón de dólares. La etiqueta capaz de atraernos a todos y atarnos en las tinieblas. Me estoy refiriendo a colaborativo. A simple vista, parece un término insustancial; tiene tan poca sustancia, de hecho, que ni siquiera figura en el diccionario. Y, sin embargo, es una palabra (no me cansaré de repetirlo) mágica. Porque, no importa las veces que se utilice, siempre parecerá que la acabamos de inventar.

Basten unos ejemplos para entenderlo:

“La primera novela colaborativa” (despuesdegoogle, 3/2/2007)

“Nació el primer spot colaborativo-aditivo” (LatinSpots.com, 30/9/2008)

“Han creado la primera película colaborativa del mundo” (Taringa!, 15/7/2009)

“Un premio sobre la primera novela colaborativa inspirada en un videojuego” (Papel en blanco, 1/8/2009)

“Cineasta chilena quiere hacer la primera película 'colaborativa' en Internet”. (Emol, 1/2/2010)

“[…] Patterson contará con una ayuda especial: la de 28 escritores más que participarán con él en la primera novela colaborativa escrita desde Internet.” (Enlaces del día, 19/2/2010)

Pasaba por allí podría ser el primer libro colaborativo de Facebook” (Yorokobu, 22/2/2010)

Todos los ejemplos llevan implícito el mismo mensaje: "¡Pero qué originales y qué modernos son!" Y también: "Parece mentira que no se le haya ocurrido a nadie antes."

En efecto: parece mentira porque es mentira. Esto ya se le ocurrió hace bastante tiempo a un muchacho que tenía que encalar una valla.

Tom le entregó la brocha con gesto de mala gana, pero con el corazón alegre. Y mientras el ex vapor Gran Missouri trabajaba y sudaba bajo el sol, sentado a la sombra, sobre un barril, balanceaba las piernas, masticaba la manzana y planeaba el degüello de otros inocentes. No le faltaba personal; por allí pasaban muchachos a cada rato; venían a burlarse, pero se quedaban a encalar la valla. Antes de que Ben se agotara, ya había vendido Tom el turno siguiente a Billy Fisher por una cometa en buenas condiciones, y cuando éste se cansó, Johny Miller compró los derechos a cambio de una rata muerta y un bramante para llevarla colgada… y así sucesivamente, hora tras hora.

MARK TWAIN
Las aventuras de Tom Sawyer


Damas y caballeros, con todos ustedes, ¡la primera valla colaborativa!

Por cierto, ¿hay alguna película que no sea colaborativa? ¿Y algún spot?

9.3.10

Anieversario




Ayer hice esta foto.

Hace tres años y un día estaba llegando al desierto más árido del mundo (la humedad era tan escasa que no me podía poner las lentillas).

Hace más de tres años escribí este microcuento.

Hace más de dos años decidí que sería el número 768. Por eso, que haya aparecido precisamente hoy es pura coincidencia.

8.3.10

1.017 tweets, que se dice pronto






Ahora mismo está nevando en mi pueblo. Esto no es algo que suceda todos los años.

Anoche entregaron los Oscar. Esto sí sucede todos los años.

En los Oscar 2004, Nacho Vigalondo estuvo nominado con el formidable corto 7:35 de la mañana. Esto sólo sucede una vez en la vida. (Podrían nominarlo de nuevo, por supuesto, pero no sería con el mismo corto).



Ahora mismo, Nacho Vigalondo tiene 1.017 tweets. Esto sólo sucede una vez en la vida.

Yo no tengo tantos tweets, pero sí tengo 1.017 cuentos, que se dice pronto.

1.3.10

El arte de la guerra zombi




Ayer vi Rec 2. No tenía prisa por verla, en parte porque me parecía una película innecesaria (suponiendo que haya películas necesarias). Opinaba que la original ya había agotado la fórmula, que no quedaba nada por contar. Estaba equivocado. Ayer vi Rec 2. Más que verla, la devoré. La película me atrapó como a los vecinos de ese edificio de la Rambla de Catalunya, pero sin sus desagradables efectos secundarios. Creo que me gustó más que la primera, que ya me había gustado bastante. Curiosamente, lo que más me gustó de la segunda es lo que menos me había gustado de la primera.

Rec (la 1) hace lo que deben hacer todas las historias fantásticas que pretenden ser verosímiles: plantear una serie de reglas y respetarlas hasta el final. Rec lo hace, o casi lo hace: en los últimos momentos (aquí hay un poco de espóiler, pero muy poco) se saca un as de la manga, un daemonĭum ex machina que, a mi entender, resulta innecesario (suponiendo que haya finales necesarios, que los hay: lo dice Robert McKee). La película se mueve en un terreno casi realista, y durante el sprint final se transforma en algo distinto; como si de repente hubiera sido mordida por uno de los filmes ocultistas de Balagueró o Plaza.

Rec 2 es otra cosa. Las reglas han cambiado, y eso lo sabemos desde el principio. Y si no lo sabemos, lo acabamos sabiendo en el minuto 15: aquí se pasa decididamente del pretendido realismo con justificación científica al terreno de lo sobrenatural. Y en el fondo es lo mismo. Los zombis infectados son esencialmente los mismos y la película se mantiene fiel al espíritu de la colmena original. Traicionándola, pero con fidelidad. Vistas en conjunto, como dos partes de una misma película, la parte (contratante) de la primera parte que no me gustó deja de no gustarme y deja de parecerme innecesaria: ahora es necesaria, es el motor y el detonante de toda la segunda parte.

Leyendo la crítica de Zombi-blogia, descubro que uno de los personajes de Rec 2 está interpretado por Ariel Casas, un actor que se mete tanto en el papel que no fui capaz de reconocerlo: dos semanas atrás lo había visto en Las listas, de Julio D. Wallovits. Ésta es una obra de teatro donde los artistas se mueren de hambre. La novedad estriba en que todos son artistas. Panaderos, carniceros, verduleros…: todos han abandonado sus respectivos oficios para consagrarse al arte. Y así no hay quien coma.



La obra me gustó. Los actores (Francesc Garrido, Pep Cortés y el mencionado Casas) están formidables. El texto es ingenioso, en ocasiones brillante, a veces recurrente: los personajes vuelven repetidamente sobre las mismas ideas, provocando la sensación de que la obra no avanza; sin embargo, son la interpretación de los actores y el propio mecanismo del texto (con continuas y cerril-ubetenses digresiones a partir de un mismo tema, en plan jazz) los que consiguen que no llegue a aburrir.

Viendo Las listas pensé en "La máscara de la Muerte Roja", de Edgar Allan Poe; también pensé en Fantasmas, de Chuck Palahniuk: mi media player mental reprodujo la imagen de un grupo de aristócratas/artistas encerrados en un castillo/teatro, mientras aguardan con pasividad y ansiosa resignación la peste/hambre que se les viene encima.* Pensé en La forma de les coses, de Neil LaBute, una obra de teatro diferente pero que parte de una pregunta similar: ¿el arte justifica los medios? También pensé en zombis, tal vez porque hacía sólo unas horas que había visto Zombieland. De hecho, hacía sólo cinco días que había visto la obra de LaBute en el Club Capitol, un edificio de la Rambla de Canaletes.

* Muerte, peste, hambre… ¿y la guerra? En el Poliorama, por ejemplo: el edificio de la Rambla dels Estudis que ahora acoge Las listas, y que en cierto momento de la Guerra Civil le sirvió de trinchera a un artista llamado George Orwell. En el mismo teatro, el año pasado Tim Robbins adaptó 1984, novela con muchas más cámaras que Rec 2. La publicidad de la obra fue creada por SCPF, agencia donde hace un par de años estaba trabajando Wallovits.