Después de una larga espera (larga para mí, al menos), por fin ha aparecido el libro que reúne las obras de teatro del
III Laboratorio de Escritura Teatral de la Fundación SGAE, dirigido por Pere Riera entre enero y junio de 2015. Son cinco textos maravillosos de Paco Bezerra, Zo Brinviyer, Arturo Echavarren, Fernando Epelde e Iñigo Guardamino, además de
Betún, monólogo escrito por un servidor.
Como no tengo palabras para describir la emoción que me supone este lanzamiento, y para evitar que el post quede muy corto, voy a volcar parte del texto que presenté a la Fundación SGAE en noviembre de 2014:
Las motivaciones
En abril de 2012, el actor Pep Garcia-Pascual me propuso escribir
un monólogo a partir de una premisa concreta: Pep Guardiola, el
entonces entrenador del Fútbol Club Barcelona, da una conferencia
para empresarios extranjeros sobre “la forma de ser de los
catalanes como factor clave para alcanzar el éxito deportivo y
empresarial”. El texto se titularía
Pep Talk y sus primeros
espectadores iban a ser, en efecto, extranjeros: antes de recalar en
Cataluña, la obra se pudo ver en Dublín y en el festival Fringe de
Nueva York.
En el verano de 2012, el actor
David Planas me encargó otro monólogo. La premisa era más
abstracta: quería un texto sobre la identidad catalana. El resultado
fue
Pau I el Conqueridor, una comedia protagonizada por un
catalán que se autoproclama rey con el objetivo de conseguir la
independencia de Cataluña. La coincidencia entre ambos encargos me
resultó inquietante. No tanto por la similitud temática (después
de todo, la “cuestión catalana” estaba, y sigue estando, en el
aire) como por el hecho de que hubieran pensado en mí, alguien que a
dos días de la consulta del 9-N todavía no tiene claro qué opción
votará.
Cuando le comenté esta coincidencia a Jordi Casanovas (autor de
la trilogía compuesta por
Una història catalana,
Pàtria
y
Vilafranca), me dijo que podía escribir una trilogía.
Aunque al instante deseché la
sugerencia, no conseguí quitármela de la cabeza y durante un año
me estuvo rondando una idea: el personaje no debía ser catalán,
sino un inmigrante, alguien que aportara un punto de vista exterior y
distanciado sobre Cataluña. Podría ser un personaje real (como en
el caso de Pep Guardiola) o ficticio (como en el de Pau I
).
Y en esas estaba cuando, un buen día, la actriz Marta Corral me
soltó cuatro palabras: “El Negre de Banyoles.” De repente, lo
que había sido una idea difusa se convirtió en una obsesión:
¿podría escribir una obra sobre la Cataluña del siglo XXI
protagonizada por un bosquimano del siglo XIX que durante el siglo XX
había permanecido disecado y expuesto en un museo de Banyoles? Uno
de los momentos de mayor efervescencia de la identidad catalana visto
a través de los ojos de cristal del representante de una cultura
desaparecida, alguien cuya propia identidad sigue siendo un misterio
(ni siquiera hay consenso sobre si era bosquimano o bechuana): de
entrada, parecía una provocación. Y no sólo lo parecía: a mí me
provocó. Me provocó muchas dudas, muchas contradicciones, muchas
inseguridades… y una sola certeza: acabaría escribiendo ese texto.
Una certeza que se reafirmó a medida que me fui sumergiendo en el
tema, sobre todo con la lectura de dos libros:
La niña que creó las estrellas. Relatos orales de los bosquimanos |xam, de José
Manuel de Prada-Samper, y
El negre i jo, de Frank Westerman.
El primero es una selección de cuentos de la tradición bosquimana;
el segundo, una investigación periodística sobre el Negro de
Banyoles. Estas lecturas me deberían ayudar a construir el personaje
y la historia a partir de dos ejes: el trasfondo mitológico, por un
lado, y el trasfondo histórico, por el otro. Y aún me faltaría un
tercer eje: la parte de la ficción; es decir, la historia del
bosquimano en la Cataluña del siglo XXI. Con ésta buscaría un
equilibrio entre el género fantástico (el personaje es un muerto
viviente) y el picaresco (el personaje narra sus propias peripecias
“con una visión amarga y moralmente crítica de la sociedad de la
época”
*).
En este sentido, el bosquimano revivido será un Lázaro de Betania y
de Tormes que ha viajado en el tiempo para encontrarse con un mundo
que le resulta ajeno; y no sólo en Cataluña: también se sentirá
extranjero en su Kalahari natal. Sin embargo, él seguirá adelante
en busca de una identidad a la que aferrarse y de una tierra donde
empezar de nuevo. Una tierra donde algún día pueda ser enterrado de
una manera definitiva.