20.3.13

Las verdades del putero



Una crítica de Pagando por ello me pidió Latraama, que en mi vida me he visto en tal aprieto.

¿Por dónde empiezo? Tal vez por una frase impactante, que sintetice la quintaesencia de esta obra del noveno arte y, de paso, me permita hacer un juego de palabras con el título de la misma. Por ejemplo:

Chester Brown se desnuda, y cobra por ello.

¡Toma, Boyero!

A continuación, procederé a encadenar un par de oraciones que sigan jugando con la cosa del desnudarse:

Un estriptis desnudo de sentimentalismos, que no de sentimiento.

Menos sexi que una radiografía pero igual de preciso.

¿Y de qué va?

De esto:

El adolescente pajillero (valga la redundancia) de El Playboy se ha hecho mayor, ha tenido novias, ha dejado de tenerlas, y ahora se ha convertido en putero. Y a mucha honra.

En resumidas cuentas:

Pagando por ello, sabiamente subtitulado Memorias en cómic de un putero, es la historia de un putero. Y tiene forma de memorias (en cómic). Es decir: se trata de una obra autobiográfica. Y eso está muy bien, porque siempre aparece el típico amigo gracioso que cuando has escrito sobre temas incómodos te pregunta: "¿Es autobiográfico?" Por ello decía que Chester Brown se desnuda, y no sólo físicamente.

Añado:

El autor realiza un ejercicio de sinceridad apabullante que se podría resumir en una sencilla oración compuesta y copulativa: "Soy putero, ¿pasa algo?" O también: "Soy putero porque el mundo me ha hecho así." Porque Brown no se esconde. Sólo oculta los rostros e identidades de las prostitutas con las que ha mantenido relaciones (me estoy refiriendo a follar).

Y ya, para ir acabando:

Chester Brown nos ofrece una visión desencantada de las relaciones de pareja (me estoy refiriendo a relaciones de pareja) y del amor platónico. De hecho, lo único platónico son los diálogos, que no es poco. Como un Sócrates que debate, rebate y se bate con cuanto discípulo díscolo se le pone por delante.

Y al final el cliente de las putas siempre tiene la razón. Porque el cómic es suyo. Pero, eso sí, defiende sus razones hasta la extenuación (suya y del lector que no se amilane ante un apéndice larguísimo y de caligrafía cansina, pero sumamente interesante). Es el precio que hay que pagar por un cómic redondo.

(Publicado en ltrma el 24 de junio de 2012.)

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