Como no quiero que esto se acabe convirtiendo en un blog de copiar y pegar, aquí tenéis un cuentecillo:
El abad
El viejo abad está en la cama, postrado. No sabe cuánto le falta: meses, semanas, tal vez horas. Lo que sí sabe es que ya nunca más volverá a levantarse. Le trae sin cuidado. Es un hombre de fe, y es consciente de que toda su vida (su larga vida) de privaciones va a verse compensada con creces en el más allá. El Cielo. Allí se va a hartar a comer y a beber y a follar. Es cuestión de meses, semanas, tal vez horas. No, no le preocupa la muerte. Sólo le preocupa la zorra. Ahora, ¿quién le va a dar arroz? Podría mandar a cualquiera de los monjes. Pero no. Con un monje raso y una zorra no se puede formar un palíndromo. Tiene que ser un abad. Tal vez su sucesor. Pero ¿y si la muerte tarda meses en llegarle? Cuando haya un nuevo abad, la zorra ya habrá fallecido. La tiene muy mal acostumbrada.
Se pregunta si las zorras también van al Cielo. Le gustaría encontrársela allí.
El abad II
ResponderEliminarEl abad ha muerto. La zorra, también. Pero el palíndromo (formulado en pretérito) sigue más vivo que nunca.
ReconoceR
ResponderEliminar... el verbo mas palindrómico que existe , aunque (y es una lastima!) no tan conjugable como debería.
Otro verbo, aunque no en infinitivo, es "sometemos".
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