El aviso llegó ayer a media tarde: fonemas y morfemas absurdos de alguien probando un micrófono. Era el síntoma inequívoco de que por la noche me esperaba un baile o un bingo. Ningún problema, si no fuera porque yo tenía intención de dormir.
Me equivoqué. No hubo baile ni bingo. Hubo algo muchísimo peor. Justo cuando me estaba acostando, oí la voz. Me resultaba familiar, lo mismo que la (enardecida más que enardecedora) arenga. No tardé en identificar al vocinglero orador.
Afortunadamente, acabó pronto.
jaaaaaaaajjajjajjjaaaaj
ResponderEliminaruna verdadera historia para no dormir
Sí, un poco yuyu. ;-)
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