No entiendo esa costumbre de publicar listas con lo mejor o más destacado del año antes de que acabe el año en cuestión. Me recuerda a los espectadores de un partido de fútbol que se marchan antes de que el árbitro pite el final. ¿Es que no saben que mientras hay juego hay esperanza? ¿Acaso no comprenden que les están haciendo un feo a los minutos finales? Del mismo modo, los últimos días del año merecen un respeto. Son last pero no least.
Sin ir más lejos, estas últimas semanas me han regalado un puñado de alegrías altamente reseñables. He aquí la lista:
Uno.
En Cataluña hay muchas compañías de teatro independientes. Esto es: compañías de teatro que dependen poco más que de sí mismas en su lucha contra la adversidad (que ahora mismo está siendo muy adversa). Sin embargo, durante 2014 han empezado a colaborar entre sí, propiciando algo así como una interdependencia de independencias. Uno de los resultados de dicha colaboración es la revista El Virus, en cuyo consejo de redacción he tenido el honor y la satisfacción de verme involucrado. El 23 de diciembre salió el primer número (el 0), con una tirada de 11.000 ejemplares gratuitos y una versión digital.
Dos.
Este cuaderno vino desde Sudáfrica (con amor). Forma parte de iwasshot in joburg :),
iniciativa social basada en fotos hechas por un
grupo de antiguos niños de la calle (former street children, en el
original) con cámaras desechables. Ahora está lleno de notas sobre Betún, un proyecto de obra de
teatro cuyo protagonista también es sudafricano y que ha sido seleccionado para formar parte del III Laboratorio de Escritura Teatral de la Fundación SGAE.
Tres.
Los últimos días de Clark K., dirigida por Xavier Villanova y escrita por un servidor, se ha alzado con
el premio del público en "Las mejores obras de teatro de 2014" de Time
Out México. Y, de rebote, también me ha alzado (todavía más) el ánimo. Hablando de ánimo:
¿no se anima ningún programador de por aquí a traerla?
Cuatro.
Cuando haya acabado 2014, vuelvo y os lo explico.
¡Feliz año que viene!
31.12.14
17.12.14
'Mad Men', quiero ser artista*
Sterling Cooper tiene más intelectuales y artistas fracasados que el Tercer Reich.
DON DRAPER
Nueva York, años
60. Ken Cosgrove trabaja en una agencia de publicidad y en su tiempo
libre escribe cuentos y novelas. Hasta aquí, todo normal. Lo raro es
que algunos de estos cuentos y novelas han llegado a publicarse. Más
raro aún es que Cosgrove no trabaja de creativo. No escribe
anuncios. No diseña anuncios. Cosgrove es un ejecutivo de cuentas.
Desde el punto de vista creativo, ser ejecutivo tiene una gran
ventaja: es un empleo que no interfiere en sus inquietudes
artísticas. No las desgasta, por así decirlo, y cuando vuelve a
casa su imaginación sigue intacta, fresca y a punto para acometer un
nuevo capítulo. Pero no nos engañemos: un ejecutivo de cuentas no
es un oficinista al uso. No es un funcionario. No es Franz Kafka en
horario laboral. El trabajo de Ken Cosgrove tal vez no erosione su
hemisferio cerebral derecho, pero aun así entraña riesgos físicos;
incluso podría costarle un ojo (ojo: espóiler) de la cara.
En el país de los
ciegos, el tuerto (guiño) es el rey. La carrera literaria de
Cosgrove provoca envidias entre los creativos de Sterling Cooper, la
agencia de publicidad donde trabaja: «No sabía que estaba
compitiendo contigo», le suelta el redactor Paul Kinsey. Aunque
quien más envidia le profesa es su compañero de departamento, el
ejecutivo Pete Campbell, un catacaldos que bien podría hacer suyo el
eslogan «Culo veo, culo quiero». Todo el mundo quiere ser escritor.
Todo el mundo quiere ser artista. Y a todos los niveles de la cadena
de mando: no se libra ni el veterano director creativo Lou Avery,
quien todavía sueña con hacer carrera en el mundo de la historieta.
Su tira cómica inédita se convertirá en blanco de las burlas de
los publicitarios más jóvenes; unas burlas que en realidad son la
proyección de los propios fracasos. De todos modos, Lou Avery nunca
será Tex Avery. (Y el redactor Michael Ginsberg nunca será Allen
Ginsberg, aunque acabe de figurante en el primer verso de Howl:
«Vi a las mejores mentes de mi generación destruidas por la
locura».)
En
palabras de Roger Sterling, socio fundador de la agencia: «En el
último cajón de cada escritorio de este lugar se guardan las
primeras diez páginas de una novela.» Esta afirmación no es del
todo cierta: el cajón de Paul Kinsey no encierra una novela, sino
una obra de teatro titulada La muerte es mi
cliente
Ya lo decía Un Pingüino en mi Ascensor (aventura musical de José Luis Moro, uno de
los creativos más creativos de España): «No hay nada más
frustrante que hacer anuncios de suavizante.» Yo aún diría más:
«No hay nada más frustrante que hacer anuncios.» Las causas son
varias. Por un lado, las mejores ideas suelen quedarse en el cajón,
justo encima de esa novela apenas empezada. Por otro lado, cuando una
buena idea logra superar una carrera de obstáculos que haría
palidecer las pruebas de Humor amarillo, ¿cuál es el
resultado? Un anuncio de veinte segundos que casi nadie sabrá que
has escrito tú, porque no va firmado. Publicitarios:
por sus obras no los conoceréis.
Cuando el talento
que uno tiene (o cree tener) no es reconocido, surge la
insatisfacción, o la búsqueda de satisfacción por otros medios.
Pero ¿qué sucede cuando sí existe ese reconocimiento? Entonces
aparece la sensación de que se trata de un reconocimiento
inmerecido. Es el síndrome del impostor. A la Wikipedia me
remito: «A pesar de las evidencias externas de su competencia,
aquellos con el síndrome permanecen convencidos de que son un fraude
y no merecen el éxito que han conseguido. Las pruebas de éxito son
rechazadas como pura suerte, coincidencia o como el resultado de
hacer pensar a otros que son más inteligentes y competentes de lo
que ellos creen ser.»
Don Draper es el síndrome del impostor llevado al extremo. El director creativo estrella de Sterling Cooper no guarda una novela en el cajón: él esconde un cadáver en el mueble bar. En su caso lo que permanece oculto no es la obra, sino el autor. La obra es una ficción llamada Don Draper, y su autor es un tal Dick Whitman (como en la ficción cuyo nombre es Don Quijote, obra de Alonso Quijano). Don Draper es un anuncio y, como sucede con todos los anuncios, no lleva la firma de su creador. Porque los publicitarios se enfrentan al anonimato, también en las distancias cortas, que es donde un hombre se la juega. Y Dick Whitman, el soldado desconocido con apellido de poeta (como Ginsberg), se la juega continuamente. «¿Draper? ¿Alguien sabe algo de este tipo?», se pregunta Harry Crane, planificador de medios. «Podría ser Batman, por lo que sabemos.» Y su esposa Betty podría ser la Samantha de Embrujada, pero ésa es otra historia.
Otra
creación oculta, y nada ficticia, es el bebé de Peggy Olson. Igual
que Dick Whitman, la joven redactora ha escogido reinventarse a
cualquier precio, y este precio incluye ignorar su maternidad para
medrar en un mundo masculino. Es el sueño americano de toda la vida.
Como afirma Bert Cooper, el otro fundador de la agencia: «Este país
ha sido construido y gobernado por hombres con historias peores de lo
que usted pueda imaginarse.» Aunque se refiere a Estados Unidos, la
sentencia también es válida para otros países.
No
sería justo concluir un texto sobre el anonimato creativo sin
nombrar a un solo guionista. Por ejemplo, a Matthew Weiner. De él
cuenta Brett Martin en su libro Hombres fuera de serie
(Difficult Men) que durante
largos años iba con el piloto de Mad Men en
el maletín (no me refiero a Ted Chaough, aviador de la serie, sino
al guión del primer capítulo). De hecho, gracias a este
guión Weiner consiguió un trabajo en Los Soprano.
Y gracias a trabajar en la mítica serie de la HBO logró vendérselo
a la cadena AMC. (La HBO lo rechazó, pese a la recomendación
expresa del mismísimo David Chase.) «Todo el mundo fuma. Son
desagradables. Va del mundo de la publicidad,
eso no tiene un valor internacional. Es lenta. Es de época. Es la
peor idea posible», dijo un mandamás de la AMC. No creían en ella,
pero pensaron que tenía posibilidades de ganar un Emmy. Y la
hicieron. La hicieron, como los creativos publicitarios que de vez en
cuando hacen truchos:
anuncios sin más objetivo que reportarles premios y reconocimiento
en un mundillo de gente poco conocida.
* Este texto fue publicado originalmente en Miradas de cine.
* Este texto fue publicado originalmente en Miradas de cine.
11.8.14
Dos últimos días de Clark K. (en el Teatro Helénico de México)
Este lunes y el siguiente tendrán lugar las dos últimas funciones de Los últimos días de Clark K., versión México. El supermontaje está dirigido por Xavier Villanova e interpretado por Israel Amescua, Anna Mariscal, Carlos Quintanilla y Georgina Rábago.
Si os encontráis en el DF, aún estáis a tiempo de no perdéroslo.
Crítica de Time Out México (vía Yanko Bribiesca).
Si os encontráis en el DF, aún estáis a tiempo de no perdéroslo.
Crítica de Time Out México (vía Yanko Bribiesca).
28.5.14
Quiero
Hace unas semanas, desde el programa Tot és comèdia de Cadena SER Catalunya me pidieron una pequeña colaboración para su sección "Vull". Debía escribir (y leer) unos versos inspirados en el poema "Quiero todo esto" de
José Agustín Goytisolo.
Este es el resultado:
Este es el resultado:
Quiero que ser autónomo no pase factura
Quiero que no me tiemble la voz al hablar por la radioQuiero escribir solo sin tilde sólo cuando no es solamenteQuiero tener un millón, pero no de amigosQuiero que el abrefácil haga honor a su nombreQuiero que el cierre relámpago haga honor a su nombreQuiero críticos más autocríticosQuiero que las películas dobladas se estrenen con un mes de retraso respecto a sus versiones originalesQuiero que devuelvan la estación de Sants a los pasajeros de RodaliesQuiero que el metro de Barcelona circule durante toda la noche, todas las nochesQuiero pasar la ITVQuiero que Grecia registre la marca EuropaQuiero que Paquirrín gane el Premio CervantesQuiero que se capte la ironíaQuiero encontrar las bolas de dragónQuiero que aparezca el dragón, y decirle:Quiero pedir el comodín de la llamadaQuiero ver como explota la burbuja de los programas de cocinaQuiero un teatro público menos necrófiloQuiero que los creativos publicitarios cobren derechos de autorQuiero plagiar un verso de Joaquín SabinaQuiero que gane el quiero la guerra del puedoQuiero escuchar la versión original de “Private dancer”, grabada por los Dire StraitsQuiero que la palabra desahucio caiga en desusoQuiero saber silbarQuiero que todos los actores cobren por ensayarQuiero que todos los trabajadores cobren por trabajarQuiero que los evasores fiscales se evadan a Marte, y que no vuelvanQuiero que emplumen a los que nos desplumanQuiero que la palabra crisis en japonés quiera decir peligro y putadaQuiero que Twitter no quiera ser FacebookQuiero hacer una red social cuya pregunta de cabecera sea “Què t'empatolles?”Quiero salir a correr sin que me llamen runnerQuiero que todos los libros de autoayuda prediquen con el ejemplo y estén autoeditadosQuiero ser artistaQuiero cinco minutos más
30.4.14
Infecte
Hace unos años se me ocurrió una historia. Quería ser el capítulo autoconclusivo de una serie de terror. Ha acabado siendo una comedia. Una comedia de terror.
Esta es la sinopsis:
Hay muchas clases de virus. Algunos están compuestos por proteínas y ácidos nucleicos. Otros, por códigos informáticos. También los hay más complejos: se llaman personas. Personas como Víctor, que ha invadido el piso de Martí, se ha adueñado de su ordenador y ha seducido a Sandra, su ex.
Ya sólo falta que Víctor contraiga un virus informático para que la infección sea absoluta y devastadora.
La obra se estrenó el pasado 3 de abril en el Versus Teatre de Barcelona, y estará en cartel hasta este domingo. La dirige Iban Beltran (director también de Pep Talk, que acabamos de reestrenar en La Seca Espai Brossa) y está interpretada por seis actores y actrices de Batalla Teatre, joven y talentosa compañía de teatro contemporáneo.
TEXTO: Alberto Ramos
DIRECCIÓN: Iban Beltran
INTÉRPRETES: Rocío Arbona (Leo), Rafa Delacroix (Víctor), Georgina Latre (Noia), Dani Ledesma (Martí), Clara Moliné Xirgu (Sandra), Cristina Serrano (Tecla); covers: Laia Alberch y Anna Pardos
ESCENOGRAFÍA: Sebastià Brosa
DISEÑO DE ILUMINACIÓN Y SONIDO: Rubèn Taltavull
VESTUARIO: Georgina Latre
TÉCNICO DE ILUMINACIÓN: Andriy Kravchyk
FOTOGRAFÍA: Ainhoa Gomà
DISEÑO DEL CARTEL: Magda Puig
PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Cristina Ferrer
PRODUCCIÓN: Batalla Teatre
ESTRENO: 3 de abril en Versus Teatre (Barcelona)
Post postum. A propósito de comedias y terrores: el mes pasado, Javier Meléndez (autor del blog de guión La solución elegante) publicó un interesantísimo artículo en Yorokobu sobre los diferentes tiempos de cocción del terror y la comedia. Como ejemplo de esta última, usó un chiste de las Tostadas quemadas, la cual cosa me llena de orgullo y satisfacción. Aquí está el artículo (ya lo había enlazado dos frases antes, pero por si acaso).
14.3.14
Reacción en cadena
El 14 de marzo de 2013, un tuit iluso desencadenó una cadena (valga la redundancia) de respuestas y un diálogo con Dramatwiturgo que desembocaría en la preproducción mexicana de Los últimos días de Clark K. Un montaje, con dirección de Xavier Villanova, que se estrenará el 26 de mayo de 2014 en el Teatro Helénico de México DF.
El 14 de marzo de 2014 (hoy), se estrena la segunda temporada peruana de Los últimos días de Clark K., dirigida de nuevo por Alexander Pacheco. Esta vez, en el Centro Cultural Ricardo Palma de Lima.
Superagradecido. Superemocionado.
Cartel de la producción mexicana diseñado por Johnatan Molina Arroyo, con fotografía de Gael Hiriart.
30.1.14
Sólo un cartel (y tres teasers)
Hoy estrenamos Només un anunci. Otra vez. Esta vez en la SALAFlyHard (hasta el 17 de febrero). Donde empezó todo.
Os espero. A todos. ¿A todos? Bueno, a todos no. Sólo (pero no sólo) a los que vivís en Barcelona. Capital y provincia. En serio. Puedo rastrear vuestras direcciones IP. No, es broma. Escribo frases cortas por los nervios. Que no tengo. No estoy nervioso. Si estuviera nervioso escribiría frases más largas que un día sin pan, aunque "un día sin pan" no es una frase larga y a duras penas (que con pan son menos) es una frase.
Cartel de Íñigo Aranburu.
Vídeos de Roser Blanch.